Joaquín Torres García nació el 28 de julio de 1874 en la ciudad de Montevideo. De padre catalán y madre uruguaya, creció en las afueras de la ciudad en un ambiente de gran libertad. Su formación escolar fue autodidacta, y su vocación por el arte surgió de manera espontánea e inédita en una familia de comerciantes y carpinteros.
Convencido de que su destino era ser pintor, el joven Torres convenció a su padre para retornar a su país natal, y en 1891 toda la familia emigró a Barcelona. Al instalarse en el pueblo de sus ancestros, Joaquín quedó impresionado al descubrir la presencia de la antigua cultura mediterránea en la vida diaria. Cursó una breve formación artística académica, para luego retomar su camino autodidacta. Para ganarse la vida, comenzó a trabajar como ilustrador de revistas y libros.
Desde sus primeros años, Torres García rechazaba la pintura que imitaba la realidad y tendía a una pintura que construyera una realidad en sí misma. Así, en la primera década del siglo, realizó su “Arte Mediterráneo”, donde la antigüedad clásica cobra vida en clave moderna por su fuerte estructura y carácter plano y sintético. En esos años, Torres se abocó al arte mural, decorando iglesias, casas particulares y edificios públicos.
A partir de 1916, en un contexto de guerra mundial y conmociones sociales, Torres García experimentó un cambio vital y artístico conocido como “la crisis del 17”. La ciudad, la gente y el ritmo de las calles se tornaron protagonistas de su obra, y se relacionó con artistas de vanguardia como Rafael Barradas y Salvat Papasseit. En 1920, se mudó con su esposa e hijos a Nueva York. En su obra de entonces aparecen la tipografía y elementos gráficos que resuenan al ritmo visual de la moderna metrópolis.
En 1926, Torres García se instaló en París, donde se integró plenamente a las vanguardias y creó el grupo “Cercle et Carré”. En sus obras constructivas, estructuró el espacio plástico en líneas ortogonales trazadas en base a la sección áurea, desplegando en él signos de resonancia universal. Se trataba de encontrar un equilibrio entre la razón y la intuición.
En 1934, volvió a Montevideo para radicarse allí definitivamente con la intención de generar un movimiento artístico basado en las ideas del Universalismo Constructivo, que trascienden los límites de la teoría estética para constituirse en un modo de entender el arte y la vida. Dictó numerosas conferencias, editó revistas y libros, y realizó audiciones radiales. En 1935, creó la Asociación de Arte Constructivo y en 1942 se consolidó el Taller Torres García. Cuando falleció en 1949, Torres García era guía y mentor de una pléyade de jóvenes pintores.
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